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CORNERS

DE VASCOS Y HOMBRES (OTROS)

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Del llamado conflicto vasco solo hay una percepción que parece común: es un tema espinoso y es muy difícil sacar algo en claro. Lo es. Entre los sollozos de dolor de víctimas y el silencio del humo de los disparos es difícil para cualquier ser humano establecer una guía para entender lo que en realidad resultan ser, como al fin y al cabo todos los problemas, los conflictos más elementales.

John Updike precisamente acaba de titular una novela titulada Terrorist que ha recibido merecidos elogios, aunque solo sea por el cambio de rumbo del sabio autor norteamericano que no creo que sea tal (y lo digo en el mejor de los sentidos, teniendo en cuenta que un cambio formal nunca es un cambio de fondo). Pues es el mismo autor de Las Brujas de Eastwick el que definía la vida como algo que consiste en transigir para alcanzar un equilibrio entre lo que uno quiere hacer y lo que otros quieren hacer.

Sin embargo hay muchas voluntades y demasiados intereses en juego como para que el conflicto vasco se resuelva de una forma fácil, dialogante, y esperanzadora. Es difícil perdonar, es aún más arduo vivir con la perpetua sensación de dolor y desamparo y de sentir que no tenemos nada que ver, y es aún más complicado poder explicar palabras como perdón a los que viven en sus carnes un atentado.

¿Y qué fue de ETA? Preguntarán algunos al cabo de unos años, si es que el proceso llegase a culminar, pues vayan ustedes a saber. Como en la antigua URSS las bandas paramilitares quedan completamente abocadas al mundo del crimen, les guste o no a los dirigentes políticos. ¿O es que se creen que los asaltos de la Europa del Este surgen de la nada? Acostumbrados a una organización sólida y unos principios en los que creer, estos neo-guerreros no pueden de golpe convertirse en racionales ciudadanos dispuestos a luchar por sus principios democráticamente.  Porqué estos principios funcionan acaso como excusa, como pilar en sus vidas carcomidas por una ideología que poco tiene de ideas y mucho de fe.

Incapaces de reaccionar, de analizar, atentados por los medios de comunicación convencidos de verdades absolutas y con pocas ganas de negociar, con un clima político que incita a la abstención mayoritaria, y con un mal karma generalizado en las charlas, poco espacio queda a los ciudadanos para detenerse, observar y reflexionar la (des)integración de una parte de la sociedad a la paz. Y también como otra parte, quizá más pequeña, vidas perdidas destinadas al muy poco satisfactorio arte de matar (o eso dicen), pequeños mercenarios destinados a la delincuencia sin coartadas ideológicas.

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